A por el EFEctivo de las empresas
Con el nuevo plan general de contabilidad (2007), se conoció un estado financiero de gran utilidad para su gestión en épocas de incertidumbre: el EFE (como llaman los expertos al estado de flujos de efectivo).
Ante la inutilidad de medidas basadas en indicadores relacionados con los márgenes o beneficios, los empresarios han estado buscando entre sus herramientas, alguna que les permitiera obtener información sobre su posición financiera y su desempeño. Algunos tuvieron que echar la persiana por los malos resultados, tras confiar en ratios que no les sirvieron de guía. Otros siguieron estancados en las aguas tenebrosas del EBITDA, a pesar de los inconvenientes que ello conllevaba. Los más audaces quisieron saber más sobre su empresa. ¿Cómo puedo conocer si mi empresa va bien? ¿Qué herramienta es más efectiva? ¿Estoy utilizado los indicadores adecuados para mi empresa? Y a alguien se le ocurrió echar un vistazo a los estados financieros de las cuentas anuales. Entre ellos encontró uno algo menospreciado con nombre propio, EFE. Además de poseer un nombre corto, fácil de recortar y muy EFEctivo, incluía información muy valiosa sobre la actividad de la compañía. En el diseño de la actual normativa contable, se le había dado una mayor importancia a la liquidez, ¿por qué no aprovecharla?
A través de los datos presentados en el EFE, el empresario puede saber el efectivo que genera con sus operaciones. Además, si éste es suficiente para cubrir el pago de los dividendos. Si necesita recurrir a financiación externa para cubrir esos pagos. Si le sobra efectivo suficiente para hacerse cargo de los dividendos, de pagar las deudas e invertir en nuevos activos.
La importancia de las cuentas a cobrar, cuentas a pagar y las existencias, crece dentro del modelo óptimo de gestión de la empresa, sobretodo de dimensión reducida, en la que, la gestión del día a día es primordial para no morir en el intento. Por fin empezamos a alejarnos de un esquema supeditado a los beneficios, que se ha quedado anclado en épocas de bonanzas y que no funciona en etapas de estancamiento o de recesión como la actual.
El directivo tiene que perderle el miedo al EFE y adoptarlo como su fiel compañero de viaje. Atreverse a desgranarlo y a sacarle todo el jugo. Conocer cada una de las partidas. Y como guinda final estaría bien rehacer el cuadro de indicadores por completo, para vincularlos con los elementos del EFE, dejando descansar por una temporada a los resultados, todavía convaleciente en cuidados intensivos.
Ante la inutilidad de medidas basadas en indicadores relacionados con los márgenes o beneficios, los empresarios han estado buscando entre sus herramientas, alguna que les permitiera obtener información sobre su posición financiera y su desempeño. Algunos tuvieron que echar la persiana por los malos resultados, tras confiar en ratios que no les sirvieron de guía. Otros siguieron estancados en las aguas tenebrosas del EBITDA, a pesar de los inconvenientes que ello conllevaba. Los más audaces quisieron saber más sobre su empresa. ¿Cómo puedo conocer si mi empresa va bien? ¿Qué herramienta es más efectiva? ¿Estoy utilizado los indicadores adecuados para mi empresa? Y a alguien se le ocurrió echar un vistazo a los estados financieros de las cuentas anuales. Entre ellos encontró uno algo menospreciado con nombre propio, EFE. Además de poseer un nombre corto, fácil de recortar y muy EFEctivo, incluía información muy valiosa sobre la actividad de la compañía. En el diseño de la actual normativa contable, se le había dado una mayor importancia a la liquidez, ¿por qué no aprovecharla?
A través de los datos presentados en el EFE, el empresario puede saber el efectivo que genera con sus operaciones. Además, si éste es suficiente para cubrir el pago de los dividendos. Si necesita recurrir a financiación externa para cubrir esos pagos. Si le sobra efectivo suficiente para hacerse cargo de los dividendos, de pagar las deudas e invertir en nuevos activos.
La importancia de las cuentas a cobrar, cuentas a pagar y las existencias, crece dentro del modelo óptimo de gestión de la empresa, sobretodo de dimensión reducida, en la que, la gestión del día a día es primordial para no morir en el intento. Por fin empezamos a alejarnos de un esquema supeditado a los beneficios, que se ha quedado anclado en épocas de bonanzas y que no funciona en etapas de estancamiento o de recesión como la actual.
El directivo tiene que perderle el miedo al EFE y adoptarlo como su fiel compañero de viaje. Atreverse a desgranarlo y a sacarle todo el jugo. Conocer cada una de las partidas. Y como guinda final estaría bien rehacer el cuadro de indicadores por completo, para vincularlos con los elementos del EFE, dejando descansar por una temporada a los resultados, todavía convaleciente en cuidados intensivos.
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